sábado, 12 de mayo de 2012

LA NIEBLA RELATO


 

LA NIEBLA    por capitphil

                     




El terreno en el que nos habíamos metido, cada vez era más espeso, la niebla lo cubría todo, a penas podíamos ver un metro delante de nosotros. Pasamos de un día radiante de sol, a algo gris, tenebroso, la humedad nos calaba hasta los huesos, no íbamos preparados para este cambio tan brusco. Tratamos de encontrar algún hueco donde protegernos y esperar que el tiempo cambiase. Después de dos largas horas acurrucados contra el tronco de un viejo árbol, decidimos ponernos en marcha, o terminaríamos formando parte de ese bosque lúgubre y frio



:
El frío iba en aumento, pero continuamos o acabaríamos petrificados,  a duras penas podíamos caminar, la niebla, cada vez era más densa. Arrastrábamos los pies para no salirnos del angosto camino que se iba haciendo más pequeño. Nuestros pies tropezaban con las raíces que afloraban en el sendero que al mismo tiempo estaba lleno de piedras con un musgo frío y resbaladizo. Habíamos perdido la noción del tiempo, lo único que teníamos claro es que estábamos calados hasta los tuétanos, nuestro cuerpo tiritaba sin poderlo controlar. Encontramos otra oquedad, y decidimos protegernos allí, además para colmo de males empezaba a llover.
De pronto un relámpago rasgo el cielo, y durante un segundo vimos lo que nos rodeaba, una espesura negra de oscuridad,  acto seguido la tierra retumbó y pareció que todo el arbolado se nos venía encima. La oscuridad era total, y las gotas de agua pronto fueron un torrente, caían en forma de cascada por todas partes. El silencio era absoluto, solo roto por los truenos en sacudidas. Los cuatro nos acurrucamos muy juntos para darnos algo de calor, un sopor nos invadió, el miedo era atroz, aunque ninguno lo manifestó.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, un alarido nos sobresaltó helando nos la sangre, no sabíamos de donde podía venir, aguantamos la respiración, el corazón se nos salía del pecho, el terror se apoderó de nuevo de nosotros, tan pronto se oía cerca como muy lejos, así estuvimos un rato que nos pareció eterno. Luego la calma, el más absoluto silencio, nos volvimos a quedar soñolientos, cuando de pronto otro relámpago rasgó el cielo, y oímos un terrible estruendo, algo pesado y grande había caído, detrás el sonido del trueno retumbando ya en la lejanía, nos desperezamos un poco y vimos que estaba amaneciendo. La niebla casi había desaparecido, pero seguía lloviendo fuerte, de nuevo a duras penas nos pusimos en marcha, la lluvia nos daba en el rostro hasta hacernos daño, pero teníamos que continuar.
Arrastrábamos nuestros cuerpos como fardos, llegamos a un recodo, aún no se veía nada, aquello parecía no tener fin.
De pronto otra vez aquel agudo sonido en forma de alarido, parecía estar lejos, apresuramos el paso, teníamos que encontrar donde escondernos, en el siguiente recodo, vimos a lo lejos una especia de cabaña, o algo parecido, el día aumentaba su luz, y nos era más fácil avanzar. El frío no nos dejaba controlar el cuerpo, así que nos caímos varias veces, era como si te atravesaran la piel cientos de cristales, la sangre fluía por nuestros codos y rodillas.








Casi sin darnos cuenta estábamos delante de la choza, echa en madera, fuerte y robusta, con un tejado puntiagudo, entramos con premura, era una estancia única, había una chimenea, sillas, hechas de troncos de árboles, delante de la chimenea un piel de vaca, y tapándolo todo trozos de mantas raídas. Había polvo, pero no demasiado, no hacía mucho allí había estado alguien, los trozos de madera para la chimenea estaban perfectamente colocados a la derecha de ésta. La encendimos y nos quitamos la ropa con rapidez, envolviéndonos con las mantas, al cabo de un tiempo entramos en calor, y pudimos ver que la cabaña por dentro era entera de piedra.
Cuando el calor entró en nuestros cuerpos y nos sentimos aliviados, el estómago empezó a rugir con fuerza, llevábamos mucho tiempo sin comer, lo único que habíamos podido hacer era beber. Echamos una ojeada rápida al entorno, y nos tropezamos con unas mazorcas de maíz colgando en un recuadro cerca de la puerta, las cogimos y entonces… vimos el cartel, nos quedamos helados.
1º “.En el momento que se entre por esta puerta debe cerrarse poniendo todas las barras que están junto a ella, asegurar que todas las ventanas las tengan, y así mismo no salir bajo ningún concepto después de las cuatro de la tarde. Él está ahí, afuera esperando, es un depredador nato, Le molesta la luz, sobre todo la de la mañana, se siente seguro y fuerte con la niebla y la oscuridad. Hay alimentos en las arcas que hacen de bancos, raciónenlos, puede pasar mucho tiempo hasta que se pueda salir. Si es verano la marcha se hará cuando despunte el alba, y siempre siguiendo este mapa, deberán copiarle y dejarlo donde ahora descansa este, y cuando se llegue a la casa del guardabosques avisar que han estado aquí, para que él que conoce el terreno y horario de la bestia reponga los alimentos gastados, esa es su misión, Hay un arma, llévenla también por seguridad, para otras alimañas, con este es imposible, es rápido como el viento y casi invisible, aunque sus aullido o gritos te hielan el alma.
2º si es otoño se deberá salir en cuanto haya claridad, y apresurar el paso
3º si es invierno en cuanto amanezca, en el mapa del invierno hay dos cuevas marcadas donde se deberán cobijar a las horas indicadas, hay sarmiento y cerillas para hacer fuego, este deberá permanecer encendido todo el tiempo, hasta que puedan abandonar dicho lugar, también hay víveres, y siempre se avisará al guarda, todos los mapas nos llevan hasta él, por eso nadie debe salirse de la ruta marcada, es la única forma de salvar vidas
3º y último si es primavera la misma recomendación que para el verano, hay puntos para descansar, con sus tiempo, pero hay que seguir el horario y trazado al pie de la letra.
4º Él vendrá a asustar, después de las cuatro en invierno y otoño, a partir de la ochos en verano y primavera, con las esperanza que abandonéis vuestro seguro refugio y así daros caza, jugará primero durante unas horas con vosotros, como juega el gato con el ratón, y cuando creáis que estáis seguros caerá toda su fuerza y maldad, no quedando nada absolutamente como si no hubieras existido.
                           



Corrimos Desesperados a poner las trancas en la puerta, el día de momento estaba claro, la luz entraba por las rendijas de las ventanas, había unos cuantos candiles con sus mechas, colgados aquí y allá, no sabíamos en qué hora nos encontrábamos, ya que nuestros relojes no funcionaban, todo aquello era muy extraño, nos habíamos pellizcado en varias ocasiones, todo parecía tan irreal, tan pronto había claridad, como se desataba una tormenta, dejándolo en tinieblas, y con aquella niebla abrumadora.
Habíamos hablado poco entre nosotros, el miedo nos tenía atenazados, ahora estábamos un poco más relajados, y nos preguntábamos el porqué, de dejar el sendero marcado y mantenernos en aquel bosque sinuoso, al principio nos pareció bellísimo, la naturaleza estaba en todo su esplendor, ya que era finales de abril, y además estaba en su estado puro, se veía que nadie había hoyado aquel entorno, eso nos animó a seguir un poco más y después otro poco, íbamos siguiendo aquel angosto sendero sin salirnos, hasta que ocurrió lo de la niebla, ahora hablábamos con pesar nuestro fin de semana maravilloso se había ido al traste, y nos encontrábamos en esta situación angustiosa, no sabíamos ni siquiera donde estábamos, ni el tiempo transcurrido, nuestra desorientación era total.
Marina y Chenco, llevaban casados unos meses, él era marino, tuvieron que adelantar la boda al diez de Diciembre, ya que su madre se puso enferma, pensaban casarse en agosto, lo mismo que nosotros, Mi nombre es Cuca y Nacho mi novio de toda la vida, ahora no sabemos que nos deparará el destino. Los cuatro estudiamos juntos en el instituto, y allí se formaron las parejas que ha perdurado hasta hoy, hubo un tiempo en que nos desperdigamos cuando nos fuimos a la universidad, pero nunca perdimos el contacto, después la vida nos trajo de nuevo a casa y retomamos aquella vieja amistad, haciendo la mayoría de planes juntos, como este que estamos viviendo,

                     
Comimos unos chorizos metidos en aceite todos los alimentos estaban así, exceptuando unas carnes que estaban en salazón, también había una especie de mazorca sin granos que la pusimos sobre el fuego, esta se ablandó, y lo utilizamos a modo de pan, estaba bastante bueno.
Nuestro asombro iba en aumento, pues cada banco que abríamos tenia inscripciones con lo que debíamos hacer, con tanta información nos estábamos volviendo locos, ya que cada una decía una cosa contraria a la otra. Con  el estómago lleno, nos relajamos, el sol se filtraba por las rendijas, pero no nos atrevíamos a salir fuimos inspeccionando la cabaña que no era tan pequeña como nos había parecido cuando llegamos exhaustos. Chenco se apoyó en la pared junto a los troncos de la chimenea, y esta se abrió, dejando ver un espacio donde había mantas raídas, pieles, curtidas de oso nos parecieron, platos y cubiertos bastos y rudimentarios, y otra puerta donde había un agujero a modo de baza y un depósito de un material indefinido que debía servir como de ducha. Lo que más no llamó la atención era el calor que hacía allí adentro.
Tocamos todas las paredes para ver si había algún otro habitáculo, y justo al otro lado de la chimenea encontramos otro, este era más pequeño había cepos y unos cuantos artilugios desconocidos para nosotros. A Chencho le llamó la atención un viejo libro de tapas negras, todo destartalado y muy sucio, con dificultad, lo saco de debajo de aquella porquería y con cuidado lo trasladó a la mesa, estaba en latín, lengua que se le daba muy bien así como el esperanto, le encantaba y por ello le había dedicado muchas horas, estaba emocionado y por un instante se olvidó del miedo y todas la vicisitudes que nos habían acontecido. Se enfrasco con el libro y se olvidó de todo. Nosotros mientras seguíamos con la inspección, pero allí no había nada más.
El sol seguía entrando, así que decidimos salir, abrimos la puerta con cautela, todo estaba en calma, y ese instante caímos en la cuenta de que no se oía absolutamente nada, desde que dejamos el sendero y nos metimos en el bosque la ausencia de ruidos había sido total, rota solamente por el estruendo de la tormenta, el paisaje era precioso, la cabaña estaba situada en un claro rodeada de bellos colores, no en vano estábamos en primavera.


Estábamos extasiados ante tanta belleza, pero fue fugaz el momento, ya que en unos segundos pasamos de un rato luminoso a la oscuridad casi total, la niebla volvió, nos sobrecogimos y entramos deprisa, nada más cerrar la puerta, aquel sonido desgarrador volvió a helarnos la sangre, se oía bastante cerca, Chencho  salió de su ensimismamiento y su cara reflejaba terror.

Con voz trémula nos dijo: -Hay que salir de aquí en cuanto vuelva asomar el sol- . -Este libro tiene todas las claves, nos olvidaremos de lo leído hasta ahora, todo era una trampa de una mente retorcida, no podemos encender los candiles, tenemos que permanecer solo con la luz de la chimenea, preparad todo cojamos lo que realmente necesitemos, vamos a valor orar todo lo que hay. Cuando nos pongamos en marcha no podemos parar, tal vez vuelva la niebla, pero hay un sistema para poder continuar, en el cuarto de los trasto hay un artilugio que es el que nos guiará cuando la niebla entre de nuevo, así que manos a la obra a buscarlo.

Después  de un tiempo indefinido, al fin lo hayamos, en el libro venía bien descrito, lo limpiamos, y después de mirarlo y remirarlo, no sabíamos cómo aquello nos iba ayudar, Pero Chencho, estaba seguro, ¡De pronto! Unos golpes tremendos en la puerta. Corrimos a poner el resto de las trancas era dos, y a través  de las rendijas vimos como una masa tremenda indescriptible, que era quien la aporreaba, corrimos hacia la chimenea, Nacho cogió una tea y la puso sobre la puerta, aquello, lo que fuera dando un alarido se alejó, por lo menos ahora sabíamos algo más, el calor le molestaba.

 

Era como viscoso he iba dejando una baba, nos quedamos sin habla durante varios minutos.
¡De pronto! La oscuridad se apoderó del día, mientras en la lejanía se aproximaba una tormenta, pasábamos de la claridad a la oscuridad en nada, nos estábamos volviendo locos, ¿Cómo íbamos a salir? Si no nos daba tiempo, los relámpagos empezaron a iluminar a ráfagas el habitáculo, estábamos desconcertado, aquello tenía que ser una pesadilla, pensábamos todos, pero... era demasiado real, quitamos con cuidado una de las trancas, nada la oscuridad era total, nos pareció ver una sombra, que se movía de un lado a otra de la cerca de entrada, no sabíamos si eral real o fruto del miedo que nos atenazaba, ahora sí que habíamos perdido totalmente la noción del tiempo, ¿Cuántas horas o días llevábamos en este lugar tan tenebroso. Lloramos como niños durante un rato. 
Comimos algo y una somnolencia se apoderó de nosotros. El tiempo aquí no existía, nos movíamos por los ratos de luz y tinieblas, era desesperante, nuestras mentes estaban a punto de fallarnos, ya no distinguíamos la realidad. Las ojera hacían mella en nuestros rostros, el cansancio y la desesperación nos estaban obnubilando nuestro ser. Chencho seguía leyendo aquel libro de tapas negras que parecía no tener fin, de pronto un gran ruido nos sobrecogió, era como si granizase, pero a lo bestia, nos miramos con asombro, Nacho dijo, -¿pero qué coño es esto?, nosotras dos nos miramos, Chencho seguía absorto con su libro, ya no parecía que le importase nada, solamente ese libro, Nacho le grito ¿pero qué te pasa tío? ¿Es que no lo oyes?, él levantó la vista y asintió, luego con calma –dijo, aquí de momento estamos seguros-, --pronto nos iremos-  -eso sí, tenéis que hacer todo lo que os diga, y sin hacer preguntas ¡vale!
De momento vamos abrir la puerta un poco a ver qué es lo que se está cociendo ahí afuera. Todos le miramos asombrados, parecía no tener miedo, estaba muy seguro, siempre fue una persona muy tirada para adelante, pues llevaba varios años navegando y se había encontrado con todo tipo de situaciones difíciles que él había solventado. Con paso raudo se dirigió hacia la puerta, y con cuidado la abrió. El espectáculo era asombroso, una especie de granizo en forma de croqueta gigante caía sin dejar ver absolutamente nada. Lo raro es que alrededor de nuestra cabaña no había ni uno, seguimos absortos viendo caer aquello, aunque la luz era poca debido a su tamaño lo podíamos distinguir, los relámpagos y truenos se alejaban de nuevo, y una fina capa de niebla estaba apareciendo, pero… También en la lejanía se volvía a preciar unos leves rayos de sol. No sé cuánto tiempo estuvimos en el quicio de la puerta, pero... De pronto una gran nube de arena salía del bosque en forma de remolinos, nuestro asombro fue mayúsculo, creíamos que ya habíamos visto de todo, nos metimos en la casa, y esperamos a ver qué pasaba, el ruido era ensordecedor, la cabaña, parecía que se iba desintegrar, y de pronto el silencio, el sol brillaba, así que qué abrimos la puerta para ver que nos deparaba todo aquello, pero nada, ni asomo de un grano de arena.
Aún no nos habíamos repuesto del susto, cuando nos llevamos otro, Las croquetas se estaban abriendo y salía un líquido rojo que corría hacia el bosque, y parecía que revotaba con algo y de pronto, esa gran masa roja se nos venía encima, volvimos a cerrar la puerta esperando que aquella masa roja como la sangre destruyera la cabaña arrasándolo todo. De nuevo una fuerza inusitada se acercaba, todo empezó a temblar, solo que ahora era mucho mayor el estruendo y sobre todo un olor nauseabundo se apoderó del recinto, empezamos a vomitar, aquello era insufrible, de pronto Chencho nos empujó al habitáculo donde estaban los platos y el baño, y ¡oh! Milagro allí el aire era limpio, y no olía a nada. Con los estómagos revueltos y medio mareados, permanecimos un tiempo, como otras veces nos pareció eterno, pero no podíamos saber si era mucho o poco, aquí el tiempo no existía, era una cosa anómala, como todo lo demás, ya no pensábamos en ello, lo único que queríamos era poder salir, y encontrar un lugar civilizado. Habíamos estado apunto varias veces de tirar la toalla, pero ahí  estaba Chencho tirando de nosotros, y resolviendo las papeletas.
De nuevo todo cesó, el aire aún estaba impregnado con un olor nauseabundo, pero soportable, abrimos de nuevo la puerta con sumo cuidado, y volvimos a lo de siempre nada, ni un vestigio rojo por ningún lado, el sol estaba en lo alto, supusimos que era medio día, pero aquí nada era lo que parecía
De pronto chencho nos dijo... –Entremos, hay que abrir un pequeño cajón que hay en la chimenea, coger tres piedras blancas y colgároslas, con una de las cintas que hay junto a ellas- Así lo hicimos, luego él se colgó el artilugio. Durante los últimos ratos no había hecho hacer una especie de botas con la piel de vaca y aquellas otras que parecían de osos, y las teníamos envueltas en unos hierbajos que había en uno de los habitáculos, con las mantas raídas tejimos unas especie de capas con todas, no dejamos ni una, también cogimos una lona parecida al plástico, pero que nada tenía que ver.
Con las mochilas preparadas con todo lo necesario, alimento, agua, las linternas que aún funcionaban, las teas, que él mismo preparó, y las hierbas colgando de cada una de ellas nos dijo –nos vamos- -¿ahora? Dijimos con asombro –sí ahora mismo no podemos esperar-.
El sol seguía brillando pero sobre las copas del bosque una capa de niebla seguía coronándolas, nos pusimos en marcha por el lado opuesto al que habíamos venido, seguíamos rodeados de gigantescos árboles, caminábamos deprisa, agradecimos respirar aire y sentirnos libres, nuestro tiempo en la casa, era como una prisión, por fin podíamos andar más de veinte pasos. El miedo no seguía acogotando, pero Chencho había dejado claro que no nos teníamos que dejar vencer por este, la cosa se alimentaba de miedo, inseguridades, haciéndonos perder la razón. Chencho no parecía que lo tuviese, nos iba marcando el camino con seguridad, íbamos en silencio, el primero él después nosotras dos y guardándonos las espaldas Nacho, llevábamos unos palos a modo de bastones, y nos colocó, una especie de tapón a cada uno, que estaban en el cuarto de los artilugios, no sabíamos para que servían, ya que nos los coloco en la parte de arriba, pero ninguno preguntamos, ese era el lema y nos le dejó muy claro antes de salir. El camino era estrecho, pero no resbaladizo, estaba lleno de matorrales, los troncos de los árboles tenían un perímetro desmesurado, jamás habíamos visto algo igual, además todos eran muy raros, seguimos avanzando, el silencio era total, ahora recordé, que nacho quería llevarse la escopeta y Chenco le dijo que era una carga inútil, que era mejor dejarla allí, ahora me doy cuenta, aquí no hay vida animal, solo se oye nuestra respiración y nuestros pasos, hace frio a pesar del sol, pero ahora vamos bien cubiertos, la nariz se no queda roja, y nuestras manos también, el aliento hace un vaho a cada paso, pero vamos rápidos tenemos que aprovechar esta tregua.
Llegamos a una zona más húmeda. El frío era muy intenso, a pesar de ir bien cubiertos, notábamos como iba calando en nuestros huesos, pero seguíamos avanzando, todo se estaba volviendo más tenebroso, la oscuridad empezaba asomar, pero Chencho seguía, y nosotros detrás. De pronto la oscuridad fue total, la niebla espesa se apoderó del bosque, no podíamos seguir, paramos y nos apoyamos sobre una pared, iluminamos con nuestras linternas y vimos que unos pasos más allá había un hueco entre dos piedras, llegamos hasta él, y nos acurrucamos los cuatros muy juntos, Chenco sacó aquella especie de lona- plástico, y el calor llegó a nuestros cuerpos, bebimos, y comimos un poco de queso, y aquella especie de mazorca a modo de pan, que ahora estaba un poco dura, pero su sabor era mejor, teníamos que tratar de dormir, para poder salir en cuanto la niebla nos dejase. Estábamos en esto cuando de pronto, aquel aullido o lo que fuese, cerca muy cerca, iba y venía como una cosa loca, nos apretamos las manos, tan pronto era un aullido como un sonido gutural, como un alarido, como una risa loca, el sonido venia de todas partes no podíamos localizarlo, y además ahora era más aterrador, ya que se oían todos juntos, como si estuvieran uno encima del otro, estamos a punto de estallar de salir corriendo, pero hacia donde, Chencho se quitó el plástico, y poniéndose delante de nosotros nos gritó, -esto es lo que quiere- está jugando con nosotros-no lo alimentéis, estamos protegidos, ahora sé que no nos puede hacer daño, somos más fuerte, y volviéndose hacia la niebla gritó con todas sus fuerzas, ese grito retumbó por todos lados, nos incitó a levantarnos y gritar, así lo hicimos, poco a poco nuestros gritos fueron tapando a los otros hasta que se dejaron de oír.
De nuevo un niebla densa y espesa lo envolvió todo, Chencho nos hizo levantar, recoger, nos poníamos en marcha, sin rechistar, salimos de nuestro seguro refugio, nada más poner un pie fuera, su artilugio y nuestras piedras, brillaron con tal fuerza, que atravesaba la niebla, pudiendo ver todo el sendero, pero también observamos la cortante ladera a nuestra derecha que caía hacia un precipicio que parecía no tener fin, avanzábamos pegados a la pared cuando la había y si no juntos a los árboles, el camino parecía interminable, es como si estuviéramos en un túnel sin salida. El cansancio empezaba hacernos mella, después del pavor que pasamos con aquella aparición y los aullido, mermaron nuestro espíritu.
Seguíamos avanzando con dificultad, no por falta de visión, sino por el cansancio, las piernas nos pesaban como si lleváramos plomo, de pronto, algo fallaba bajo nuestros pies, pensamos en un terremoto, la angustia se apoderó otra vez de nuestras mentes, entonces Chencho, dijo: -ensartar los palos unos a otros y no los soltéis bajos ninguna circunstancia- -¿me oís?- así lo hicimos luego desplegó sobre nuestras cabezas y cuerpo la lona-plástico o lo que fuese, dejando sin cubrir nuestras manos. No os paréis ni os salgáis de la lona , estábamos verdaderamente asustados, las piernas nos temblaban y casi no podíamos mantenernos, además el frío también atenazaba nuestros cuerpos, a duras penas íbamos detrás de él y entonces… apareció aquello era como una gran piedra pómez pero con dos luces rojas a modo de ojos, entonces Chenco, tiró un poco de nuestras varas ensartadas, y un sonido metálico agudísimo retumbó por todo el entorno, nos hacía daño a los oídos pero era soportable, la lona-plástico nos protegía. Al instante, cuando aquello parecía que nos iban a engullir, de nuestras varas salió una luz potentísima, y aquello se desintegró, dejando en la corteza de los árboles, un jugo marronoso, de olor dulzón, un estallido de sonidos nos dejó clavados a la tierra, Chencho tiró de nosotros, y como autómatas seguimos andando, nuestras mentes estaban vacías de contenido, así estuvimos un tiempo, el bosque se iba despejando y todo parecía más natural, seguimos, y seguimos, hasta que por fin se abrió ante nuestros ojos otro paisaje, corrimos con las pocas fuerzas que nos quedaban, y nos tiramos al suelo, sobre una capa de hierba, el aire era distinto, natural, así como los rayos de sol que caían oblicuos sobre una ladera en la lejanía. Por primera vez nuestros oídos se percataban del canto de pájaros, vimos moverse las briznas de hierba y aplastarse debajo de nuestros cuerpos. Chenco clavó las cuatro varas con sus tapones en la tierra y sobre ellas extendió la lona-plástico, al momento quedaron petrificadas y la lona-plástico lo mismo, pero todo nos daba igual estamos en un ambiente natural, nos tumbamos debajo, y ahora sí que nos quedamos dormidos, no era somnolencia era sueño, Marina se percató de que los relojes funcionaban, miramos la hora, marcaban las once y cuarto, nos quedamos dormidos profundamente. Me desperté con un sonido agradable, creí que estaba soñando, pues al abrir los ojos, estábamos rodeados por un montón de ovejas, llamé a los demás y se fueron desperezando, vimos al pastor del rebaño que se acercaba un tanto extrañado, corrimos hacia él y le abrazamos tocamos a las ovejas, en principio debió de creer que estamos locos, luego le dijimos que llevábamos tiempo perdidos y que no sabíamos dónde estabamos. Ordeño a lupita su mejor oveja y nos ofreció un cuenco de leche, aquello era maravilloso, nos indicó el camino para llegar al pueblo Los madroñales, que él avisaría que íbamos para que nos recibieran y nos prestaran lo que necesitáramos.
Le ofrecimos nuestros móviles para llamar, él se echó para atrás parecía que tenía miedo, era como si nunca hubiese visto un móvil, nos quedamos un poco aturdidos ante la reacción, yo les aviso a mi manera, y metiéndose los dedos en la boca empezó a dar silbidos unos cortos y otros largos, unos sonoros y otros más apagado. Ahora ya están avisados, les esperan, camino del pueblo oímos la respuesta, Chencho dijo que era una especie de morse, pero él desconocía ese lenguaje. Durante el camino hacia el pueblo hablamos sin cesar, no de lo que habíamos pasado pues eso de momento no queremos recordarlo, de nuestra familia, amigos, futura boda, en fin de todo aquello cotidiano.
Continuará el próximo: LAS VIVENCIAS POSTERIORES
LA NIEBLA    

A.R.G

                     





         A.R.G-

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Esta historia no ha terminado, estoy con la segunda parte

    ResponderEliminar
  3. Por error quité el comentario. Asi que lo vuelvo a escribir, y con ello os digo que leais esta historia, seguro que os gustará. Ya me direis que os parece, Estoy con la segunda parte, ya lo leereis.

    ResponderEliminar